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una banda de dos

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Más de setecientos kilómetros nos separan de nuestro próximo destino, InGall, donde este año tendrá lugar la reunión más esperada del año para el pueblo Woodabe. Tras las lluvias cientos de jóvenes y familias enteras se reúnen en algún lugar al sur del gran Sahara para celebrar el Gerewol, un evento que aún hoy sigue teniendo ese encanto de lo genuino que se ha perdido en otras partes de África.

Esta es nuestra historia…

Desde Niamey salimos de madrugada vía Dosso- Birni N´Konni-Tahoua-Abalak- InGall, más de setecientos kilómetros por carreteras en ocasiones inexistentes, sobretodo más allá de Tahoua, donde el desierto comienza a ganar la eterna batalla entre arena y asfalto. Dejamos atrás al pueblo Housa, “los propietarios de la tierra” como ellos mismos se hacen llamar, hábiles agricultores que se asientan en el suroeste de Níger.

Los últimos doscientos kilómetros se nos antojan eternos, circulando por pistas imposibles, donde sólo los arbustos y alguna acacia aislada rompen la monotonía de kilómetros y kilómetros de arena. Las lluvias recientes, sin embargo, dan una tregua a los habitantes de este yermo rincón de África, formando pequeñas charcas donde los Woodabe conducen sus ganados de cabras y cebúes. Los”eternos caminantes del Sahel”, llevan una existencia aislada, familias enteras en continuo movimiento, con todas sus pertenecías acuestas en busca de pastos para su ganado, la base de su subsistencia y riqueza. El Gerewol es por ello una oportunidad de socializar, conocerse, formar nuevas familias y por supuesto para los miembros masculinos de la comunidad, competir entre ellos en cuanto a belleza y habilidad para el baile. Un encuentro ineludible que cada año se celebra en un lugar y fecha diferente, por lo que tener contactos en la zona es imprescindible.

Cada día va llegando más y más gente,  montan sus tiendas o sus pequeños negocios de comida, artesanía y hasta un rudimentario bar que nos da la vida con sus bebidas frías. Un verdadero poblado móvil donde se puede sobrevivir sin ningún problema. Nosotros nos alojamos en una pequeña choza construida con palos en mitad de la explanada,  la cual nos permite tomar aliento bajo el abrasador sol del desierto, que en ocasiones ronda los 50 grados. A unos metros del campamento un pozo abastece de agua al campamento

La actividad comienza temprano, los chicos se preparan a conciencia. Salir elegido como canon de belleza Woodabe es un pasaporte seguro para conseguir esposa, o simplemente una compañera ocasional; durante el gerewol los votos matrimoniales se dejan a un lado, todos quieren tener la oportunidad de probar experiencias nuevas. Emplean horas en maquillarse y peinarse para atraer las miradas de las mujeres, que tras los círculos de bailarines no se pierden detalle. Oscurecen sus ojos y labios con carboncillo extraído de pilas eléctricas para resaltar el blanco de los ojos y dientes. Colorean su cara con ocre rojo o con arcilla amarilla, el color de la magia y la transformación. Estilizan su nariz aguileña con diseños aerodinámicos. Sus mujeres y hermanas les peinan el cabello  en largas trenzas, de las que cuelgan conchas, símbolo de riqueza y fertilidad; y se afeitan parte de la cabeza para despejar la zona de la frente. Finalmente se visten con la túnica ceremonial, una pieza de museo totalmente bordada, que deja al descubierto la zona lateral del torso, perfecto y sin una gota de grasa. Pero todo ello no será suficiente para satisfacer las exigencias de las implacables juezas, si además no muestran dotes para el baile, los movimientos han  de ser suaves imitando la mesura de la garza, de la cual toman las plumas con las que se adornan la cabeza.

El baile llamado sunchiyaake da comienzo, los hombres se colocan en círculos hombro con hombro, tocando las palmas, uno de ellos canta y el resto corea: “somos hombres, ponte guapo… si quieres ser el elegido…”. Sólo los que superan esta prueba pueden bailar al día siguiente. Para el yaake forman en fila y se balancean estirando los brazos adelante y atrás, gesticulando con los ojos y la boca para resaltar la belleza de su rostro. Finalmente el último baile tiene lugar, aquel en el que se decidirá quién es el ganador y el que da nombre a toda la ceremonia. En el gerewol los chicos bailan en fila con el torso desnudo, ante ellos una de las juezas observa atentamente con el brazo levantado, hasta que tímidamente se acerca al elegido bajando el brazo. Llega el ansiado momento del premio …

“ En cada gerewol se forman parejas de las cuales la mayor parte no duran más de seis semanas, aunque también conocí algunas que duraron años, incluso toda la vida”, nos dice Leslie Clark, la primera mujer blanca en asistir a un gerewol, fotógrafa, y que desde entonces acude cada año desde Agadez, donde pasa gran parte del tiempo.

Tras los cinco días de miradas furtivas, encuentros en la oscuridad y bailes, llega el momento de la despedida, cada clan regresa a su vida solitaria, en busca de pastos donde alimentar a su ganado. Nashira regresa con su marido, también él ha bailado el gerewol , ambos han disfrutado, pero finalmente permanecen juntos. Las recientes novias abandonan a sus familias para iniciar una nueva vida junto al clan de su esposo, “es la tradición”, dicen entre sonrisas…

 

 

 

Gerewol

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